Adri Duque,
una voz que canta con el corazón en Dios
Los campos, las praderas, la familia, el amor, el emprendimiento, el talento, la fe, la nobleza, la caridad, el servicio, el arte… todas estas, son palabras que me definen como Adriana Duque o Adri Duque, la artista de música católica que le canta a Dios, a la familia, a la bondad, al amor. Una mujer entregada a su esposo, a sus hijos, a su empresa y a cultivar su talento, el don del canto que le entregó el creador.
Nacida en Marinilla, un municipio en el Oriente cercano del departamento colombiano de Antioquia, crecí en una familia campesina rodeada de mucho amor; un seno familiar del que aprendí todos los valores de fe y de amor que con los años he cultivado y con empeño enseñado a mis hijos, y construido en mi propia familia en compañía de mi compañero de vida y batallas.
Siempre quise cantar, pero Dios me tenía para otras cosas: primero mi matrimonio, porque estoy casada hace 23 años, tengo cinco hermosos hijos, soy madre por vocación, amo el matrimonio desde muy niña, y creo que estoy con el hombre ideal porque también soñó lo mismo.
Desde mi casa, aprendí sobre valores como la entrega, el trabajo, la valentía y la responsabilidad. En mis padres siempre vi reflejado el mejor ejemplo: con mi padre, por su labor abnegada por el campo y su capacidad para sacar adelante a su familia. También, con mi madre, cultivando la fe y el amor por Dios, pues era ella quien nos leía el catecismo, la biblia, la historia de los Santos, y fuimos aprendiendo de estos “héroes” reales, sin capa, pero llenos de toda la bondad para hacer cosas maravillosas por los demás.
Tuve que afrontar momentos complejos que me llevaron a la reflexión, momentos de encuentro con Dios en los que me puso pruebas a su manera y yo, a la mía, las superé. Entendí el valor de estar libre como el viento. Valoré más cada momento, disfruté de los minutos con mis hijos y le escurrí segundos a cada hora del día. Me dediqué a cantar, a aprender guitarra, a la fotografía… y allí encontré nuevas pasiones, nuevos amores y razones para alabar al Señor y a la Virgen María a la cual estoy consagrada junto a mi familia, hace nueve años.
También, en el tiempo, conocí sobre las bondades del Voluntariado Caminos, conformado en ese entonces por 18 madres del Colegio Gimnasio Los Alcázares, con quienes tuve la oportunidad de hacer labor social en las cárceles, especialmente en El Pedregal; un espacio con talleres de crecimiento personal, de formación. Un lugar que te hace sentir fuego en el alma con lo que hicimos y me ayudo a valorar todo lo que allí ocurre, y ahondar en un proceso de desestigmatización de lo que son los centros penitenciarios.
Luego, en el proceso de vida, mi labor como emprendedora y empresaria me llevó a desarrollar una labor social propia en las cárceles, donde hacemos acompañamiento espiritual, en valores y, además, les brindamos a las personas privadas de la libertad, la oportunidad de trabajar y aprender del oficio de la industria textil en todos sus procesos. Esa, creo yo, fue la semilla para comenzar a plasmar en mis canciones, el sentimiento de espiritualidad que había formado desde niña, alimentado en mi hogar y aflorado desde mi labor social.
De esta experiencia, aprendí que la vida es servicio y que todos en igualdad merecemos recibir amor, ser valorados y tener la oportunidad de seguir siendo útiles para la sociedad a través de nuestra capacidades humanas, laborales, sociales y espirituales. También, que los errores humanos no desmeritan la capacidad de aprender a ser, hacer y a crecer, obviando el error de querer tener sin antes haber luchado por conseguir las cosas. La cárcel es un lugar donde las principales amistades son el frío y la soledad. Por esto, mis letras traen mensajes de paz, de crecimiento, de aprendizaje. Mensajes para la familia, experiencias de vida, de amor por Dios, de amor por los seres queridos. Mensajes de cómo se siente integrar a Dios en tu vida, encontrar su paz, su fuerza, su bondadoso amor. Mensajes de gratitud, de alabanza, de vidas renovadas. Y eso es, precisamente, Adri Duque: una vida renovada, agradecida, al servicio de quienes lo necesitan y con la voz siempre lista para alabar a Dios en su inmensa grandeza.